Por más que intento no hablar de Coronavirus Sensei, siempre termino aceptando en silencio que las lecciones y las cosas positivas que nos trae son demasiadas como para no admitirlas. Es real que hay muchísimos retos en aspectos como el político o el económico. En lo personal, cada uno de nosotros carga su propia dotación de dukkha, y estamos en la línea llevando todo lo mejor que podemos.
No quiero parecer persona loca de la Asociación de Optimistas Lunáticos, S.A., pero la Vía del Zen me pone en medio de la tormenta. Veo lo que no nos gusta, lo que nos asusta; pero también la benevolencia, aprendizaje y luz en todas las situaciones.
Hoy quiero poner en tu radar esas pequeñas cosas que echamos de menos en días de cuarentena global. Para hablar de ello, nada mejor que este poema de Taigu Ryokan:
Con No Mente las flores llaman a la mariposa. Con No Mente la mariposa visita los capullos. Aún así cuando las flores abren, la mariposa llega. Cuando la mariposa llega, las flores se abren.
Traigo a Ryokan a que nos alegre el día con sus palabras porque él es un ejemplo a seguir para nuestra sangha. No en vano llevamos su nombre. Ryokan era un monje muy sencillo que evitaba los lujos y los excesos a toda costa. Hacía ver a sus alumnos que las pequeñas cosas son el universo completo.
Hablando con alumnos y amigos de distintos países me ha llamado la atención que el 100% de ellos no echa de menos la vida de consumo. Nadie extraña el nuevo teléfono móvil, el auto de último modelo, hacer horas de fila para la última película de super héroes, las vacaciones de lujo o los relojes ultra caros.
Puede que me equivoque, pero pocos echan de menos sus murallas, las banderas, los partidos políticos, las peleas entre naciones, los búnkeres, las fortalezas o los viajes al espacio.
¿Qué es lo que estamos echando de menos? Los abrazos, las tardes de amigos, las caricias, la intimidad, cocinar juntos, salir al parque y ver naturaleza. Queremos regresar pronto a ver cómo las flores llaman a la mariposa mientras el sol lo baña todo.
Echamos de menos las pequeñas cosas que no dependen de este monstruo consumista que hemos creado. Echamos de menos lo que nos hace humanos, lo que provoca sentimientos de unión y de compasión. Echamos de menos lo que nos hace caminar juntos.
Son estas cosas insignificantes que ni todo el dinero del mundo puede comprar, pero que hacen que todo tenga sentido.
Finalmente nos estamos percatando de que en verdad necesitamos muy poco para estar bien. El espacio personal no necesita ser enorme. La ropa no necesita ser lujosa. Los accesorios se pueden quedar guardados en un cajón. Tan solo requerimos un techo, comida y una forma de ganarnos la vida. Lo demás es irrelevante.
Las cosas diminutas que no venden en los almacenes ni en las ventas nocturnas, esas son las que que queremos de regreso.
Y son buenas noticias porque la sociedad de consumo se nutre de nuestra avaricia y de la desesperación por poseer. ¿Qué pasa si ponemos la avaricia en pausa? ¡La vida florece!
¿Cuáles son tus pequeñas cosas que echas de menos?
Cada cosa pequeña que echas de menos es un instante en el presente, en tu verdadera naturaleza y que está muy alejada del personaje que eres en la sociedad de consumo. Tu verdadero ser es las cosas pequeñas.
La práctica Zen es muy llamativa para muchos porque, erróneamente, se cree que Zen es igual a calma y paz.
En realidad, vivir una vida dedicada a la disciplina, al estudio y preservación de las Enseñanzas de Dogen y de los Patriarcas del Zen, es un compromiso que no solo abarca lo intelectual, sino que hay que poner a prueba todo lo aprendido en lo cotidiano. Es en este punto de nuestro entrenamiento que muchos deciden abandonar, pues el Zen requiere dejar de lado el ego y los caprichos, para ver la vida con los menores juicios posibles.
El Budismo Soto Zen es la escuela budista que, con base en las enseñanzas de Shakyamuni y los Patriarcas, invita al practicante a sentarse en Zazen y a la aceptar la vida de forma radical y sin comentario alguno.
¿Y qué mejor oportunidad para poner a prueba al Buda, que estos tiempos de pandemia? Es cuando enfrentamos el riesgo, la angustia y el dolor, que comprobamos en primera persona si esto del Zen sirve para algo o son solo mensajes lindos en redes sociales.
En días pasados, mis amigos del Árbol Del Yoga me pidieron que diera una charla en su Instagram, para que su comunidad supiera cómo mantenerse zen durante el encierro. Pero como soy un rebelde y respetuoso de mi tradición, en lugar de usar Zen como sinónimo de calma, convertí la charla en una ligera introducción a la práctica Zen, para aquellos recién llegados al Buddhadharma. También hablé de cómo la compasión nos lleva a la ecuanimidad en tiempos difíciles.
Me permití leer y explicar un poema de Dogen Zenji:
Impermanencia ¿Con qué podría comparar el mundo? Con la luz de luna reflejada en las gotas de rocío, sacudidas del pico de una grulla.
Comparto aquí dicha charla. Espero la encuentres de utilidad.
La Señora Impermanencia y Coronavirus Sensei nos demuestran que la vida cambia y que todo está en constante flujo. Pero la mente de mono que nos caracteriza tiene muchos problemas con esto, porque queremos que nada cambie o que siempre ganemos de todas todas.
Entonces, cuando la realidad se manifiesta ante nosotros con todo su esplendor, casi nunca tenemos los elementos para entender. Esto nos lleva a un estado constate de miedo y angustia, pues no sabemos lo que pasa y queremos que las cosas sean diferentes.
Pero por más resistencia que pongamos al estado actual de las cosas, la Vida es lo que es. Más allá de «bien» o «mal», la Vida sigue adelante y hace lo que necesita para seguir. Somos nosotros los que debemos ajustarnos a ella, jamás es lo contrario.
¿Cómo entenderlo? ¿Qué hacer? ¿Cómo bajar la angustia y el miedo? La práctica espiritual sirve para justo para eso. No importa tu filosofía personal, la meditación es un ejercicio natural para todos los seres humanos. Su práctica hace que conservemos la calma para aceptar las cosas y seguir adelante con la frente en alto.
Como monje budista y con 30 años de práctica, sé lo que la práctica de meditación puede hacer y tengo la seguridad de que también a ti te puede ayudar. Por eso te recomiendo que lo intentes.
Por esta razón ofrezco a todo el mundo dos talleres de meditación, uno para adultos y otro para niños. Son gratis, libres de derechos de autor. Mi única petición es que los distribuyas con todos aquellos que lo necesiten.
Taller de Meditación Iniciando el Camino
Es un taller para adolescentes y adultos con 6 semanas de material en texto y en audio. Tiene el propósito de que instales en tu vida cotidiana el hábito de la meditación. No es meditación budista sino laica. Lo puede practicar cualquier persona, sin importar sus creencias personales.
Jizo, taller de meditación para niños y padres atolondrados
Este material está diseñado para que padres/maestros y sus niños mediten juntos. En tiempos de incertidumbre y de encierro, meditar será una gran ayuda para que los chicos estén más en calma.
Consta de lecturas, podcasts y meditaciones guiadas para que a lo largo de 5 semanas, la familia pueda desarrollar el hábito de la meditación.
Estos talleres son tuyos. Practícalos y comparte. Te reto a que medites diario y veas que las cosas no son tan oscuras en realidad. Hay luz. Hay aire limpio. Hay compasión en todos lados. Pero solo con la mente en calma lo puedes ver.
Una de las figuras constantes en la cultura popular, es la del Buda. Virtualmente en todo el mundo lo podemos encontrar en arte urbano, pantalones, bares, empaques de dulces, escuelas de yoga, restaurantes, spas, ropa, libreros, escritorios, accesorios para el cabello, botellas de champú y hasta en pañales.
Al ser un icono que representa la tranquilidad y lo natural, su imagen ha penetrado en muchísimas áreas de la vida humana. El problema es que es tan común verlo, que ya nadie se pregunta quién es, por qué significa lo que significa y solo se usa por que se ve bonito.
El desconocimiento llega al punto de que me he encontrado al Buda, mi maestro y fuerza, mezclado con deidades santeras y de otras religiones. Lo cual es irónico porque el Buda no era un dios, era una persona común y corriente. Es más, él mismo no creía en ningún dios, era ateo.
Y claro, también están los adornos resultado de despedazar al Buda. En muchas tiendas encontramos su cabeza, sus manos, sus ojos e incluso sus pies.
Pero las imágenes del Buda, cuyo verdadero nombre es Buddharupa, jamás fueron pensadas para adornar tu casa, para ser amuleto de buena suerte o para que tus tatuajes se vieran cool. Los Buddharupa son un recordatorio de que un ser humano normal pudo romper la cadena del sufrimiento y creó una corriente filosófica con valores y prácticas que eliminan la angustia existencial y el vacío que nos lleva a una experiencia de vida miserable.
La presencia del Buda es una invitación a caminar por el sendero de Siddhartha Gautama, quien con su dedicación y disciplina pudo ver la vida más allá de sus propios demonios personales. Al llegar a la Iluminación, entendió la mecánica del universo y que una vida de bondad y virtud te llevan a una comprensión más profunda de tu propio lugar en el cosmos.
Quizá tener al Buda decorando tu mochila te de la imagen de que eres una persona espiritual. Pero si de verdad te interesa la espiritualidad, el Buda no estará como adorno, sino que lo llevarás en el corazón y será tu guía y tu lugar seguro. Al ver su imagen recordarás las intenciones de tu práctica y dedicarás tu día al servicio de los demás.
Como practicantes de Zen sabemos que una cabeza o una mano del Buda en un cartel de bujías automotrices no destruye el Buda. El Buda es mucho más grande que solo la decoración. Pero sabemos que el budismo ha permanecido en la tierra por más de 2 milenios gracias a que los practicantes cuidamos y protegemos el Dharma.
No vamos convenciendo a la gente de que haga reverencias ante el Buda, por supuesto. Tampoco controlamos lo que la gente quiera expresar. Pero sí que es parte de nuestra práctica conducirnos con respeto ante el Buda.
El Buda no es decoración. Es nuestro maestro.
Si quieres saber más sobre este tema y te interesa aprender más, consulta el sitio Knowing Buddha.
Este post viene desde el punto más profundo y oscuro de mi ignorancia. No sé nada de arte y no pretendo convertirme en experto. No sé distinguir un Van Gogh de un Rothko y mucho menos conozco de arte callejero. Pero la reciente controversia sobre cómo un artista urbano pintó sobre un mural de alguien más me ha hecho pensar sobre la naturaleza del ego y de cómo pide a gritos existir. La noticia, que no comentaré, está aquí.
Los seres humanos somos una especie animal más. Aunque pensamos ser los «reyes de la creación» y la crema y nata de este planeta, no somos más que simios comportándose como simios. Tenemos un ego que existe para que podamos salir adelante como individuos y como especie. El problema es que a veces sale de control y hace lo que sea para ser notado.
Y al igual que otras especies animales, recurrimos al marcaje de territorio para crearnos la ilusión de que dominamos, y para hacer saber a los demás que ahí estamos. A veces usamos orina u hormonas y otras veces pintura. Pasa en todos los niveles de la sociedad humana, desde niños de escuela hasta en jefes de estado. Y claro, ha pasado mil veces en monasterios budistas a través de la historia.
La controversia del mural me ha recordado uno de los episodios más elegantes y hermosos de la historia del Zen. Es una historia con dos humanos que quieren ser notados y recurren a pintas en la pared. Pero al ser un relato budista, en lugar de destrucción y pelea, lo que resulta es uno de los intercambios de opinión más valiosos para el desarrollo del budismo.
En aras de no escribir todo un ensayo y para mantener este post lo más corto posible, de forma muy sencilla la historia va así:
Hace muchos años existió en China un monje llamado Huineng. Era analfabeta y una persona callada, pero su comprensión del Buddhadharma era grande.
Un día el abad del templo, Hongren, pidió que los alumnos escribieran un poema para demostrar su dominio del dharma. El ganador sería nombrado sucesor del abad. Todos los estudiantes se pusieron a trabajar, pero fue Shenxui quien, en una pared, escribió:
Nuestro cuerpo es el árbol de la iluminación Y nuestra mente un espejo brillante Con cuidado los limpiamos hora tras hora Sin dejar rastros de polvo.
Huineng escuchó el poema, pero no sabía escribir, así que pidió a un compañero que le ayudara con una respuesta. Escribieron abajo del poema de Shenxui:
No hay árbol de la iluminación No hay tampoco un espejo claro en el estante Originalmente todo es vacío Entonces, ¿donde se posan las partículas de polvo?
La respuesta de Huineng creó un alboroto tal en el monasterio, que el abad corrió a ver qué ocurría. Leyó ambos poemas y esa misma noche, el monje analfabeta fue nombrado su sucesor. Y al día siguiente, Shenxui también fue nombrado sucesor.
¿Cuál poema era el mejor? Ambos.
¿Por qué los dos estudiantes fueron nombrados sucesores de Hongren? Por que un poema no opaca al otro; sino que se complementan. Las dos pintas en la pared reflejan la enseñaza de que es necesaria la práctica diaria y disciplinada del Budismo Zen, pero al mismo tiempo hay que entender que estamos donde tenemos que estar. No hay nada por cambiar y nada qué agregar. La Iluminación no existe como concepto humano, porque el universo ya está iluminado; solo hay que mantener nuestra intención sincera en la práctica Zen para participar de ella.
La historia de Huineng resuena en mí cada vez que veo marcaje de territorio en la sociedad humana. Los dos estudiantes necesitaban hacerse notar y expresarse, pero en lugar de eclipsar uno al otro, el intercambio se dio vía el respeto y la sincronía. Ambas pintas resultaron valiosas, tanto que han pasado siglos y el episodio sigue siendo estudiado por millones de practicantes de Budismo Zen en todo el mundo.
La controversia del mural y la pinta encima será olvidada muy fácil porque solo demuestra conflicto y un ego queriendo oscurecer al otro.
Y lo que voy a decir puede ser una locura, algo fuera de toda lógica: ¿y si en lugar de querer tapar al otro, mejor trabajamos en equipo? ¿Será que existen formas de hacerlo posible por medio del arte y del cultivo de la belleza; pero como un esfuerzo conjunto? ¿Y si dejáramos de lado el ego, aunque sea por un momento? Me pregunto ¿qué pasaría si en lugar de tapar al otro, mejor complementamos y enriquecemos el conocimiento, las opiniones y las artes?
Pero como dije al principio, este post viene de lo más profundo de mi ignorancia.
Si lo que escribo te es útil y te gusta, ¿por qué no invitarme un café? Gracias.
Sobre mi
¡Hola! Soy Kyonin, monje y maestro budista de la tradición Soto Zen. Formo parte de Grupo Zen Ryokan. Comparto la sabiduría eterna del Buda para ayudar a encontrar la paz interior y la liberación del sufrimiento. Juntos vamos en camino hacia la compasión.
En días de lluvia
la melancolía invade
al monje Ryokan
-Haiku de Ryokan Taigu Roshi